Sistema inmunitario

Nos defiende de microorganismos y de tóxicos, repara los tejidos dañados y limpia el organismo durante el sueño nocturno. También hace tareas de inmunovigilancia de nuestras propias células.

Muchas veces pueden producirse alteraciones en la división celular. Si hay errores, pueden aparecer células cancerosas y el sistema inmunitario intenta hacerse cargo de ellas antes de que se llegue a producir un tumor.

El sistema inmunitario también tiene que no atacar aquello que no es dañino. Si se activa de forma exagerada, estamos hablando de alergias.

Además, reconoce como propio lo que es propio. Nuestras células no deben ser atacadas por el sistema inmunitario. En caso contrario, daría lugar a la autoinmunidad.

Por tanto, cuando el sistema inmunitario se desequilibra podemos tener infecciones que se no se resuelven y se cronifican, alergias, enfermedades autoinmunes o autoinflamatorias, cáncer, enfermedades  neurodegenerativas o, si existe inflamación de bajo grado constante, síndrome metabólico, diabetes u obesidad.

Autoinmunidad y autoinflamación

Cuando el sistema inmunitario adaptativo (el que tiene memoria y puede aprender) ataca a nuestras propias células, componentes celulares o de la matriz extracelular, estamos ante la autoinmunidad.

Hay enfermedades que clásicamente se han considerado autoinmunes pero que desde un punto de vista conceptual son autoinflamatorias. El sistema inmunitario innato (respuesta más inmediata frente a patógenos) genera la inflamación. Cuando se activa en exceso, hablamos de autoinflamación, una inflamación que ataca a nuestro propio cuerpo.

En las enfermedades mixtas cada vez se habla más de que se trata de patologías de la barreras, con disbiosis asociada y problemas de comunicación entre el sistema inmunitario innato y adaptativo.